Del punto que todo lo contiene, nacen el círculo y la esfera, la dimensión. El giro constante alrededor de un centro invisible es la pauta esencial en nuestra vida. La ley de la naturaleza es el movimiento y el mundo que creamos con ella, la ley del centro es la inmovilidad (lo inmutable).
Volvemos a la idea primera de los mundos interno y externo, pero el mandala unifica estas dos realidades, si lo tomamos como medio de meditación consciente.
Todos los seres vivos están formados por células, cada célula es un mandala. Cada célula tiene un núcleo que es a su vez un mandala. Todo cuanto existe en este mundo está formado por átomos, cada átomo es un mandala.
El mandala se puede ver en las estructuras básicas, en las formas geológicas (tornados, bocas del volcán...). En las formas meteorológicas, biológicas, en los ciclos de la vida. El modelo mandálico se manifiesta en infinidad de formas de la naturaleza.
A través del mandala se intenta a través de un acto creativo, volver a la armonía, al movimiento fluido, se puede utilizar como un instrumento de acercamiento a nosotros mismos, como algo más completo. Esto no significa que en el mandala no estén contenidos los aspectos destructivos, sino que por medio del mandala se armonizan.
Atma
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